Me cansé de guardar mis dibujos en un cajón y los puse al lado de textos sin mucha importancia sobr

martes, 19 de octubre de 2010

Conquistando en el Nombre

Nos embarcamos en una enorme nave, la bodega atestada de comida y bebida para los cien hombres que me acompañaron. Las banderas a lo alto, el triunfo antes de ganarlo ya estaba declarado a los cuatro vientos. Todos los días los pequeños se dedicaban a afilar las espadas, cuidar de las armaduras, lustrar las botas del ejército, emprender el espíritu, gritar a lo alto; “¡Vaaamooos pooor eeellooos!”. Queríamos llegar muy pronto, me sentía como un pequeño Dios liderando a todos estos hombres, ¡qué Dios!, una Diosa bajada del Olimpo para dirigir esta noble conquista.
Hace años recibimos noticias de aquellas tierras vírgenes, de sus alrededores, de la dócil fauna, de la riqueza de la tierra. La empresa tomó la atención de muchos ricos y aventureros, que enceguecidos por la idea, dejaron sus riquezas y ocupaciones para ir a conquistar con sus propios nombres lo desconocido, a apropiarse de todo ese paraíso relatado por los viajeros de antaño que parecía no tener dueño.
“¡Estamos llegandooo!”… “¡Tieeerraaa a laaa viiistaaaa!”. Ahí estaba, con sus montañas, con sus arenas, su oro, el agua dulce que tanto deseaba que me envolviera y me limpiara de tanta borrachera a bordo, del mal olor a hombre. Entonces cuando llegamos, y pisamos la tierra firme, me deshice de todos esos animales que me acompañaban, a todos esos sucios y bárbaros ambiciosos que querían robar mi idea, mi sueño, mi conquista, los asesiné con mi propia espada, con esa pequeña fuerza burlada durante todos estos meses en medio del mar, con ese mismo silencio que les regalé cada vez que me hicieron callar, y con la misma idea de llegar a conquistar esta tierra que en sueños veía y que nunca ellos la soñaron… Me quedé sola, con todos los cuerpos alrededor mío, invadiendo con mi propio nombre, mi idea, mi sueño, la tierra donde conseguí mi gran conquista.

domingo, 10 de octubre de 2010

Los Juegos

Tiranos, traidores, estafadores, vengadores, protectores, pacientes, violentos, pacifistas, egoístas, ambiciosos, generosos, embusteros, justicieros. Se habían cambiado el nombre y las máscaras, y mientras jugaban en la salita de juegos sacaron a relucir su actitud. Se quitaron las piezas, se las escondieron, se las regalaron, las perdieron. Se imaginar otro mundo, y de paso, se vistieron con más edad. El tablero dejaba de ser ese pedazo de realidad flojo para convertirse en un escenario sin límites horarios y de nacionalidad. Se categorizaron, manipularon los dados y ¡zás!, se arrebataron las manos, se estiraron el pelo, afloraron las envidias, se perdieron las bondades. “¡Déjame que te diga que eres un tramposo!”… “¡¡¡Aaaaah!!! ¡Qué te coma la serpiente!”, “¡Qué te ahogues en un lago!”. Mientras más los miraba, los odiaba con más amor, y comencé a temerles. “¡Suéltame el brazo!”… “¡¡¡No quiero!!!” “¡¡¡Suéltame el brazo maldito traidooooor!!!”. Quiero que se dejen ese pedazo de mundo, que se los trague, quiero que desaparezcan, que se mantengan pequeños e insignificantes como siempre, ratitas estúpidas, pequeños tiranos, traidores, estafadores, vengadores, protectores, pacientes, violentos, pacifistas, egoístas, ambiciosos, generosos, embusteros y a veces también justicieros.