Injertos, tratamientos para la caída del cabello, he visto incluso el arte de la extracción de tumores, vacunaciones anuales, yesos para los huesos rotos, cremas antiarrugas, tatuajes que son “para siempre”, transfusiones de sangre, cirugías reconstructivas, conjuros y brebajes mágicos para llamar a la juventud, o mejor para llamar a la conservación de nuestro cuerpo. Ya se ha transformado en costumbre, o más bien, ya son una necesidad casi obvia, actividades esenciales para nuestra vivencia. Se miraría con horrores a quien en su sano juicio intentara contradecir el culto a la inmortalidad. Imagínense si alguien fuera capaz de evadir todo cuidado físico y se dejara fluir por el normal camino trazado con el que nació su cuerpo. Dejar crecer las uñas, dejar envejecer la piel, esperar a ver si nuestro sistema inmunológico es capaz de sobrellevar por sí solo una enfermedad, dar lo justo y necesario a la vida diaria.
Por lo demás, hoy todo es contrario a la ruta natural, y tratamos todo el tiempo de evitar los baches y las curvas peligrosas, nos hemos asegurado de reparar nuestros defectos genéticos y el desgaste obvio al paso del tiempo. Hemos evitado enfermarnos, ponernos en situaciones de riesgo e incluso hemos llegado a estancarnos en alguna cómoda y gloriosa edad. Hemos querido mantener lo mejor de nosotros, resaltarlo, darle más importancia a la salud del dolor que a nuestro propio interior.
El dramatismo invade los esfuerzos que solo han retardado el momento de convertirnos en polvo, ha dilatado la agonía, ya que hombres y mujeres han gastado las fortunas materiales e intelectuales de nuestra especie, mientras el pelo se sigue cayendo, la piel se desgasta, los órganos se revientan, el cuerpo marcado finalmente no seguirá existiendo, las bellezas se esfuman. Digo que es un dramatismo, porque es tan difícil encontrar durante la vida, la maravillosa experiencia de nacer pero también de morir, de ser seres finitos, de que en algún momento solo nuestras almas valdrán la pena, y que el dolor por ver nuestro cuerpo envejecer y a los nuestros morir, algún día se acabará.
6 comentarios:
correcto, un montón de empresas farmacéuticas, alimenticias y estéticas verían muy mermados sus ingresos si el mundo decidiera dejar de ocultar sus arrugas, sus calvicies o sus michelines. por otra parte, desde esas tribus que alargan sus cuellos hasta el uso del tacón en los zapatos, la "belleza" es tortura!
Dos puntos considero:
“curvas peligrosas” – las hay, son preciosas y misteriosas. Para perderse tranquilo y dejarse llevar.
Por el post en general: es arte, profanación o expresión de libertad, eso es según de que lado del mundo estemos.
Lo que es cierto e innegable que lo que gobierna la matriz posmoderna imperante, es el real y profundo ocultamiento del ser, eclipsado por los entes particulares.
Lo que señalas es cierto, pero no solo de ahora siempre fue el impulso humano negar su subordinacion ante las leyes naturales, la medicina desde la natural y milenaria hasta la actual y sospechosa son hijas de un mismo impulso. Negarnos o negar nuestra animalidad es una caracteristica profundamente humana.
Abrazos.
Saludos chicos!! y muchas gracias por sus sabrosos comentarios.
He estado ocupadísima, pero ya hay nuevo post, el fin de semana tb. subiré otro, visité sus blogs y espero sus intercambio de banners.
Saludos!
Pan
A eso si que le tengo miedo, a envejecer y arrugarme :S
Todos vamos por ese camino de todas maneras, lo mejor es aceptarlo ya y disfrutar cada edad como toca.
Es triste pensar el vacío que llevamos dentro lo intentemos olvidar con lo superficial...
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