Como todos los primeros de cada mes, siempre de forma distinta y para variar en la misma disquera ubicada en el centro, tomé la decisión musical de la temporada. Será jazz, algo de rock, algo más experimental, un clásico, alguna idea de lo que es barroco y neoclasicismo. Ahora más que la decisión musical, me dejo guiar por mis ojos, las portadas, el nombre de cada una de las piezas seleccionados por los autores y/o intérpretes. Que ganas de sacarlos de la caja y escucharlos antes. La decisión siempre es la más arriesgada, aunque tenga una elaborada idea de que es lo que viene adentro, la sorpresa siempre es lo más grande, lo que finalmente le da forma de desconocido.
La actividad es simple y mucho más obvia de lo que se cree; consiste en tomar un lugar cómodo en donde nos encontremos este disco y yo, poner los audífonos o los parlantes muy cerca, luego escuchar el disco una y otra vez, tal vez una cinco o seis veces (debo advertir que en algunos casos pueden llegar a diez las repeticiones). Los primeros encuentros suelen ser así, sin intercepciones ni variaciones, a ojos cerrados. Cuidado con el quedarse dormido, debo poner atención a cada papel jugado en las distintas etapas del desafío, claramente hay arreglos asombrosos, como armonías pobres y melodías que deslumbran. Ya en la tercera o cuarta repetición, subo a los bajos y siento la vibración de los contrabajos, las percusiones y las notas más profundas. Durante las últimas repeticiones logro entender que cada asombro o desagrado tenía o no un por qué dentro de todo el disco.
¡Cuidado!, no es lo mismo escuchar un disco con grabaciones en vivo de algún músico como Miles Davis que escuchar el último disco de Gorillaz. Hay muchas diferencias entre la precariedad de una grabación de hace 60 años, que asimilar un disco de estudio. Aunque ambos sean innovadores en su tiempo, la mezcla precisa y la espontaneidad tienen gustos lejanos entre sí, no mejores ni peores, sino que son viajes distintos, diferentes rinconcitos del cerebro iluminados, una textura extrema a la otra. Tal vez a uno le daré una vuelta más, tal vez al otro una menos, pero nunca sobrará ni faltará aquella repetición que me dejará tarareando cada pieza del disco durante el resto del mes. Solo así he logrado entender el disco, aunque sea a mi manera.
4 comentarios:
Hola lola!!! buen texto!!! Coincide con el "Music Store Day" que se celebró en Inglaterra y Estados Unidos, (día que deberiamos celebrar en Chile y declararlo feriado legal,jaja..) este fin de semana pasado, donde todos podemos volver a esas pequeñas disquerias (no grandes cadenas) y deleitarnos con cada uno de los fetiches musicales que ocultan esos rincones sonoros. De hecho hace un par de días, me compre una joyita musical que estaba esperando por mi. No hay nada como desnudar un disco de su celofán, ponerlo en el reproductor y si tienes suerte, sorprenderte con cada base ritmica, melodía y armonia que circula por las venas de ese pequeño circulo giratorio. No hay nada como ver el arte de una portada de un disco, sentir el olor a nuevo mientras corren las canciones y las escuchas una y otra vez. Nunca dejaré de ser fiel a los discos.Mi amor al mp3,es definitivamente un amor útil y por interés. No lo crees???
Saludos!!!
Me pasa lo mismo con los mp3... aún no les agarro tanto la onda a pesar de tener muchos... Es que un buen disco es lo más maravilloso que hay :D
Saludos!
Fran
ahhahahahah... simplemente me encantó, me hizo recordar aquellos tiempos en que tenía tiempo y me dedicaba a pasear por las disqueras escuchando una y otra melodía, en donde también me encantaba comprar para llegar afanada a casa a descubrir mi elección...
ahora lo extraño y leerte me hizo recordar... no estoy reprochando que no me gusta lo que vivo ahora pero cada etapa tiene su gustillo ;)
Cariños Fran!
Gracias Naty por el apoyo desde el primer día :D
Saludos!
Pan
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