Esta acción resulta ser muy visible a las horas de las comidas. Entre familia, grupos de amigos, colegas y desconocidos. También durante los trayectos de un lugar a otro, sobre todo con quienes no suelen compartir el mismo vehículo y compiten por una pista. En extrañas circunstancias, he visto como sucede en largas filas de la impaciencia. Para que cometer el error dos veces, si luego de una basta, y para eso tenemos la degradación, que con todas sus letras está para gastar, desteñir, quitar, envejecer y dejar al otro hecho un estropajo, un pedazo de mundo inservible, cargado de agonía. Insolencias, castigos, humillaciones y exquisitas vejaciones.
Resulta muy simpático realizar el ejercicio cuando se degrada a otro, pero se es muy inútil cuando esa degradación va hacia uno, sobre todo si se es entero. Suele suceder que cabezas huecas y seres sin vocación, degradan con facilidad, sobre todo cuando están tristes o inseguros. La parte inútil de todo esto es cuando el ser degradado en cuestión sabe de la precariedad del degradante, que de pronto, justo la tipa que está frente a ti es la más tonta, la más poca cosa, la más sonsa, la más cobarde, la más violenta. Sabe que de pronto aquel tipo que tanto te degradó es el más bobo, el más holgazán, el más agresivo, el más vacío.
El degradante se inunda de cólera, comete el error de dejar escapar su vocabulario, se convierte en animal, deja fluir su saliva, hincha sus ojos, emana mal. El degradado convierte su cuerpo en un temblor constante, achica su boca, deja soltar unas lágrimas, se aferra a lo más cercano, convierte el matiz de una conversación en deseo y pasa a ser insignificante aplastado por las blasfemias del otro. Insólitamente, el cargo de conciencia suele repartirse en ambos; el degradante suele haber sido tan blando y no haber tenido la paciencia de procesar todo lo que le quería decir al otro. El degradado se arrepiente y se avergüenza de sí mismo por no haberse defendido, y para variar, queda en el tintero alguna degradación más inteligente para decirle al otro y dejarlo callado.
La gracia del tema, es que se puede ser degradado pero también se puede ser el degradante. La gracia de cada uno es ir intercambiando estos papeles a lo largo de la vida, y no ser por tanto tiempo el mismo, ya que el resto podría llegar a sospechar.