Aún recuerdo esa mano, esa caminata que aunque fuera del jardín infantil a la casa, se transformaba en toda una aventura llena de invencibles, de rutas secretas, de manjares disponibles a merced, un camino cargado de enseñanzas y largas conversaciones, donde hablábamos de lo nuevo que había aprendido, de lo bien que me había portado, de las cosas que te quedaban por hacer y de tu silencio. Y aunque te fuiste un día de invierno, como una gotita de lluvia escurridiza por la ventana, aún recuerdo ese lazo tan especial y que con tan solo un “good morning” todas las mañanas iluminabas mi habitación.
Tantas cosas he sabido de ti, como de tus juguetes, aficiones e intereses. He descubierto como un milagro tus viejos dibujos, y aún conservo como un gran tesoro un lápiz gordo con el que supongo alguna vez hiciste un boceto. Tú nunca viste mis dibujos, no sé que pensarás de ellos, pero me basta observar mi mano sobre los tuyos para saber de donde heredé esta manía. A veces me avergüenzo por haber hurgueteado tus cosas cuando ya no estabas y para el resto solo eran un montón de cachureos. Pero no te preocupes, que aún da la temperatura y brilla como el oro de los dioses tu pequeña guitarrita. El reloj está bien, no anda, pero está bien. Y siempre he hablado bien de ti, eres mi héroe.
A ratos me imagino que pasaría si aún estuvieras aquí… de pronto así fue mejor. Los más de 70 años de diferencia nos habrían traído más de un problema, y que importa, si en la vida nada de eso vale. Creo que contigo compartí mucha complicidad, es como sentir que entre nosotros muchas generaciones se quemaron, y me alegro que tú hayas estado el principio de mi vida, así como yo estuve al final de la tuya. Al medio hubieran existido muchas cosas inexplicables, líos generacionales inconciliables, cosas que nunca nos podríamos haber explicado. Al final de cuentas, ¡qué carajos sabía yo de tú generación y tú de la mía!. Nunca hubieras entendido este milenio, así como nunca entendí tu sombrero. No sé si te hubiera gustado que hasta el día de hoy supiera de tantas herramientas y fierros, no sé de que cosas hablarías, ni en que gastaríamos el tiempo. ¿Aún existiría alguna lámpara que arreglar en casa? ¿Aún podrías seguir enseñándome cosas? O bien, ¿qué cosas te estaría explicando en vano? ¿Qué misterios de los años veinte tratarías de explicarme?. Hay un abismo entre nosotros, pero a pesar de eso siento tus saludos por la mañana, tu mano al medio día, tu jugo de naranja por la tarde y tus caricias al llegar la noche.
8 comentarios:
El tiempo y la distancia son tan, pero tan relativos...
Un gusto leerte, como siempre.
parece que esa habilidad pictórica es herencia directa del abuelo. precioso relato, como de costumbre.
bonito...
sí, bonito.
¿El reloj de tu abuela?... alguna vez leí algo referente a un reloj, ¿es eso?.
Él era una persona maravillosa y un caballero sin igual. Bellas palabras para un bello ser.
Efectivamente hablo de mi querido abuelo, que bueno, por cosas de la vida tomo como a mi verdadero padre, un hombre que en los poquitos años que alcancé a compartir con él, me enseñó a leer, escribir, ver la hora, el nombre de las herramientas domésticas, me ayudó a dibujar, me enseñó la maravilla oculta del silencio y la importancia de los valores. Como dice mi prima en el comentario anterior, una persona maravillosa, un caballero, digno de una dama como mi abuelita que hace poco nos dejó. Les aseguro que juntos andan por ahí, cuidando a sus amados.
Lo del reloj ha sido una historia póstuma, no recuerdo cuando fue, pero me lo entregaron como parte de ese patrimonio lleno de cosas sin valor comercial que forma la memoria familiar, y con Nicolás el reloj de mi abuelo volvió a cobrar vida, enseñándome que debajo de una almohada, el tic tac puede ser un corazón.
Saludos!!!
Fran
Que el reloj este bien aunque no ande, es una maravillosa metafora que resume todo el relato.
Saludos
Precioso mi vida....ya casi olvidaba el reloj, pero con solo recordarlo de esta forma corren lagrimas por mi mejilla. Es tan mágica la vida, en especial cuando te das cuenta que no importa que edad tengas o que tan pronta esté tu muerte, siempre hay pequeños y grandes milagros; como cuando dices "me alegro que tú hayas estado al principio de mi vida, así como yo estuve al final de la tuya". Quizás su vida nunca hubiera terminado si tu no hubieras existido,,,necesitaba ese milagro para irse,,,vivir lo último,,,,de la mejor forma.
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